Testimonios y relatos que nos ayudarán a incrementar
nuestro amor y fervor eucarísticos.
Valor de la Eucaristía para los santos
San Tarcisio (año 258). El papa Sixto, después de celebrar misa en las catacumbas de san Calixto de Roma, encomendó a Tarcisio, acólito de 11 años, llevar la comunión a unos cristianos que iban a morir ese día en el circo. Pero unos niños
compañeros suyos, al querer descubrir lo que llevaba, lo mataron.
El catecúmeno Cuadrado pudo llegar en el último momento, rescató la Eucaristía y se llevó el cadáver. Es el patrono de los monaguillos y de los niños de la adoración nocturna.
San Efrén (306 – 373) escribió: “Oh Señor, no podemos ir a la piscina de Siloé a la que enviaste al ciego. Pero tenemos el cáliz de tu Preciosa Sangre, llena de vida y luz. Cuanto más puros somos, más recibimos”.
San Anselmo de Canterbury (1033 – 1109): “Una sola Misa ofrecida y oída en vida con devoción, por el bien propio, puede valer más que mil Misas celebradas por la misma intención, después de la muerte”.
Santa Clara de Asís (1193 – 1253): Cuidaba mucho la preparación espiritual antes de comulgar, ayudándose para ello de la
confesión, y encareciendo esta tanto o más que aquella. El laxismo actual en el uso de la Eucaristía lleva a lo contrario, a comulgar muchas veces, no confesando sino muy de tarde en tarde.
San Alfonso María de Ligorio (1696 – 1797): “Tened por cierto el tiempo que empleéis con devoción delante de este divinísimo Sacramento, será el tiempo que más bien os reportará en esta vida y más os consolará en vuestra muerte y en la
eternidad. Y sabed que acaso ganaréis más en un cuarto de hora de adoración en la presencia de Jesús Sacramentado que en todos los demás ejercicios espirituales del día”.
Santo Tomás de Aquino (1225 – 1274), sacerdote dominico, en el momento de la consagración tenía tan intensa devoción que rompía a llorar, absorto en el gran milagro. En su gran obra, Suma Teológica, escribió: “No te preguntes si está o no Cristo en la Eucaristía, sino acoge con fe las palabras del Señor; porque El, que es la Verdad, no miente. La celebración de la Santa Misa tiene tanto valor como la muerte de Jesús en la Cruz”. En una ocasión, después de escribir un tratado sobre la Eucaristía, oyó que Jesús le decía: “Has escrito muy bien sobre el Sacramento de mi Cuerpo”.
Santa Angela de Foligno (1249 – 1309): “Si tan solo nos detuviéramos por un momento para considerar con atención lo que ocurre en este Sacramento, estoy segura de que pensar en el amor de Cristo por nosotros transformaría la frialdad de nuestros corazones en un fuego de amor y gratitud”.
Santa Catalina de Génova (1447 – 1510): “El tiempo que me he pasado frente al sagrario ha sido el tiempo mejor empleado de mi vida”.
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Jesús en vos confío