Busca la Palabra que tiene guardada en su Corazón el
Jesús de tu Sagrario, para cada circunstancia de tu vida.
Que aquella vida consistirá en la contemplación permanente no solo inefable, sino también deleitosa de la verdad, lo atestiguan multitud de textos de la Escritura, que no puedo citar en su totalidad. A eso se refieren aquellas palabras: Quien me ama guarda mis mandamientos, y yo le amaré y me mostraré a él. Como si alguien le hubiera preguntado qué fruto y qué recompensa obtendría por haber guardado sus mandamientos, dijo: Me mostraré a él, cifrando la felicidad perfecta en conocerlo como es. Y también estas otras: Amadísimos, somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado lo que seremos.
Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es. Por eso dijo también el apóstol Pablo: Entonces le veremos cara a cara, que en otro lugar había dicho: Nos transformamos en la misma imagen, de gloria en gloria, como llevados por el Espíritu del Señor.
En los Salmos se dice también: Reposad y ved que yo soy el Señor. Le veremos plenamente cuando descansemos plenamente.
¿Cuándo será eso sino cuando hayan pasado los tiempos fatigosos, los tiempos plenos de necesidades que nos atan ahora, mientras la tierra produce al hombre pecador espinas y abrojos para que coma su pan con el sudor de su rostro?.
Pasados, pues, totalmente los tiempos del hombre terreno y cumplido plenamente el día del hombre celeste, le veremos plenamente, porque vacaremos plenamente. Desaparecida la corrupción y la indigencia en la resurrección de los fieles, no habrá ya nada que cause fatiga. Como si se dijera: «Recostaos y comed», así se dijo: Descansad y ved.
Reposaremos, pues, y veremos a Dios como es, y viéndole le alabaremos. Esta será la vida de los santos, esta la actividad de los que reposan: la alabanza incesante.
Nuestra alabanza no durará solo un día; mas como aquel día no tendrá término temporal, nuestra alabanza tampoco tendrá término, y así le alabaremos por los siglos de los siglos.
Escucha a la Escritura, que dice a Dios lo que nosotros deseamos: Dichosos los que habitan en tu casa; te alabarán por los siglos de los siglos. Vueltos al Señor, supliquémosle por mí y por todo su pueblo santo que me acompaña en los atrios de su casa, y que se digne guardarla y protegerla por Jesucristo, su Hijo nuestro Señor, que vive y reina con él por los siglos de los siglos.
(De los Sermones de San Agustín/Adaptación)
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Jesús en vos confío