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Adoradores: «Besar la cruz»

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El autor nos propone someter nuestra voluntad a la de Dios
cuando pasemos por momentos de sufrimiento

El sufrimiento que, según los designios de Dios, está destinado a purificarnos, santificarnos, acercarnos a Él y llevarnos al cielo, produce con frecuencia un efecto contrario. Es que no sabemos sufrir.
Cuando las cruces llegan sobre nosotros y las espinas hieren nuestra frente no debemos morderlas con despecho, sino besarlas como a portadoras de Jesucristo nuestro buen maestro.

Nos es preciso saber elevarnos por encima de las tempestades y borrascas, someternos humildemente a Dios y confiar en Él; debemos tener paciencia para aguardar al sol de justicia, ya que la vida del hombre no es más que un movimiento de pruebas y de cambios; el hombre más feliz será quien coloque la virtud por encima de las borrascas y tempestades que se desharán a sus propios pies.

Nos es necesario reposar, a la sombra de este árbol de vida del calvario, sobre el ardiente pecho de nuestro Señor y esforzarnos en vivir más de Él, para Él y sólo en Él. Es preciso unirse más vivamente a Dios, a su santa cruz y esperar con amor la hora de Dios. Ya sé que cuando uno está sobre la cruz, en medio de los dolores de la crucifixión, no se tiene más que un pensamiento y un sentimiento: el pensamiento y el sentimiento del sacrificio. Entonces todo es sufrir, todo se convierte en sufrimiento y aumento de pruebas.

¡Ánimo! Hay que amar a Jesús en la cruz hasta la muerte, hasta el sepulcro, hasta la resurrección y gloriosa ascensión a los cielos.

En la tempestad

Ya sabrán lo que se hace cuando se nada en medio de una tempestad: se hacen todos los esfuerzos para tener la cabeza fuera del agua y se cierran los ojos cuando se acercan las olas.
Tengan siempre el corazón fijo y sometido a Dios; cierren los ojos para no ver los horrores de las olas y llamen a Dios; estén seguros que vendrá en su ayuda. Por lo demás, cuando todo sea sufrir y todo les haga padecer, agradezcan a Dios el que les purifique y les santifique por medio de las criaturas y les haga reparar por sus pecados y por los ajenos.
Lo importante es que no se debiliten por nada y que obren por puro espíritu de fe en la misericordia, bondad y poder de Dios; que le sirvan noblemente tan sólo por Él, por su bondad y su gloria, mediante el sacrificio del bienestar de ustedes, de sus goces, de sus dulzuras en su servicio, de sus tan suaves consuelos y de esta tan gozosa seguridad de que los ama con un amor de delicada satisfacción.

El sufrimiento provechoso

Dicen que no les gusta el sufrimiento; tampoco lo aman, naturalmente, los santos. Pero no se desanimen; el sufrimiento que gime y que lucha en el hombre viejo es con frecuencia el más perfecto, ya que hace uno lo que los pobres enfermos: recoger todas sus lágrimas, todos sus gemidos y suspiros y arrojarlos a los pies de nuestro Señor para ofrecérselos como un homenaje y una reparación: éste es el amor de pobre.

Cuando se sufre, no se siente uno con fuerzas para reflexionar ni rezar; pero puede bendecir a Dios y glorificarle todavía más perfectamente, sometiéndose a su santa y amabilísima voluntad.
Miren al cielo eterno y tan divino que Jesús les brinda. Cobren ánimo y confianza. ¡Ah, qué contentos se sentirán en el cielo de haber sufrido algo por nuestro Señor! ¡Oh, cielo encantador! Comienzo ya a desearte, no para dejar de sufrir, sino para amar a Dios con mayor perfección. ¡Dios mío, me equivoco; es tan bello el sufrimiento! Muy singularmente el sufrimiento misterioso, callado, oculto bajo las apariencias de felicidad: ¡buen sufrimiento!, que los despoja de ustedes mismos, inmolándolos al amor puro de Jesús.
¡Ánimo! Pasa el tiempo, llega el cielo y con él Dios, en su amor eterno.

Habla al Mundo es un proyecto de formación y difusión de la Divina Misericordia.

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Jesús en vos confío                                       

 

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