Evangelio
Jesús al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: “Está escrito: Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones”. Y diariamente enseñaba en el Templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo, buscaban la forma de matarlo. Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras.
San Lucas 19, 45-48
Video con reflexión del evangelio Pbro. Germán Saksonoff co.
Reflexión del evangelio Pbro. Germán Saksonoff co.
¿Somos capaces de sufrir por la muerte de un animal o por una comida que se nos quemó y no deploramos, con lágrimas en los ojos, las permanentes faltas de respeto que se cometen en nuestras parroquias? ¿Dónde están tus preocupaciones? ¿Son sobrenaturales y verdaderas? ¿O te preocupas de lo mismo que los mundanos, de los que no tienen fe, que nos les importa la vida eterna? ¿Dónde está tu alma? ¿Dónde está tu corazón? Apresúrate a elevarlo, no sea que quedes confundido por tontas preocupaciones.
Propósito del día
Me abstendré de murmurar o caer en chismes y, si he caído,
ofreceré tres Avemarías por la conversión de mi prójimo.
Santos del día: san Filemón de Colosas, mártir
Es un cristiano de las primeras comunidades, líder de la Iglesia en Colosas, a quien Pablo destina una de sus cartas. Dicha carta, que lleva su nombre, hace parte de los textos canónicos del Nuevo Testamento de la Biblia. Por la predicación de san Pablo se convirtió al cristianismo y fue su colaborador.
Liturgia del día
Santa Cecilia, virgen y mártir. Rojo. Memoria obligatoria.
Lecturas: Ap 10, 8-11/ Sal 118, 14.24.72.103.111.131
Reflexión para las tres de la tarde
Jesús comienza a desvanecerse como si ya estuviera muerto. La cabeza empieza a reclinarse sobre el pecho. Está sin fuerzas, temblando, y del alma le sale un susurro: “¡Mamá! ¡Mamá!”. María tiende sus brazos para socorrerlo, pero no puede.
Poderoso auxilio
“Acordaos” a María Medianera de la gracia
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestra asistencia y reclamando vuestro socorro, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, ¡oh Madre, Virgen de las vírgenes!, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. ¡Oh Madre de Dios!, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.
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Jesús, en Vos confío