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Evangelio de hoy y la Divina Misericordia: 18 de abril de 2025

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Evangelio de la Pasión del Señor

Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón. Había en ese lugar una huerta y allí entró con ellos. Judas, el traidor, también conocía el lugar porque Jesús y sus discípulos se reunían allí con frecuencia. Entonces Judas, al frente de un destacamento de soldados y de los guardias designados por los sumos sacerdotes y los fariseos, llegó allí con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les preguntó: “¿A quién buscan?” Le respondieron: “A Jesús, el Nazareno”. El les dijo: “Soy yo”. Judas, el que lo entregaba estaba con ellos. Cuando Jesús les dijo: “Soy yo”, ellos retrocedieron y cayeron en tierra. Les preguntó nuevamente: “¿A quién buscan?” Le dijeron: “A Jesús, el Nazareno”. Jesús repitió: “Ya les dije que soy Yo. Si es a Mí a quien buscan, dejen que estos se vayan”. […]
El destacamento de soldados, con el tribuno y los guardias judíos, se apoderaron de Jesús y lo ataron. Lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, Sumo Sacerdote aquel año.
Entre tanto, Simón Pedro, acompañado de otro discípulo, seguía a Jesús. Este discípulo, que era conocido del Sumo Sacerdote, entró con Jesús en el patio del Pontífice, mientras Pedro permanecía afuera, en la puerta. El otro discípulo, el que era conocido del Sumo Sacerdote, salió, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro: “¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?” El le respondió: “No lo soy”.
Los servidores y los guardias se calentaban junto al fuego, que habían encendido porque hacía frío. Pedro también estaba con ellos, junto al fuego.
Simón Pedro permanecía junto al fuego. Los que estaban con él le dijeron: “¿No eres tú también uno de sus discípulos?” El lo negó y dijo: “No lo soy”.
Uno de los servidores del Sumo Sacerdote, pariente de aquel al que Pedro había cortado la oreja, insistió: “¿Acaso no te vi con El en la huerta?” Pedro volvió a negarlo, y en seguida cantó el gallo.
Desde la casa de Caifás llevaron a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Pero ellos no entraron en el pretorio, para no contaminarse y poder así participar en la comida de Pascua. Pilato salió adonde estaban ellos y les preguntó: “¿Qué acusación traen contra este hombre?” Ellos respondieron: “Si no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos entregado”. Pilato les dijo: “Tómenlo y júzguenlo ustedes mismos, según la ley que tienen”. Los judíos le dijeron: “A nosotros no nos está permitidodar muerte a nadie”. Así debía cumplirse lo que había dicho Jesús cuando indicó cómo iba a morir. Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: “¿Eres Tú el rey de los judíos?” Jesús le respondió: “¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de Mí?” Pilato replicó: “¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?” Jesús respondió: “Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que Yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí”.
Pilato le dijo: “¿Entonces Tú eres rey?” Jesús respondió: “Tú lo dices: Yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la Verdad. El que es de la Verdad, escucha mi voz”.
Pilato le preguntó: “¿Qué es la verdad?”. Al decir esto, salió nuevamente a donde estaban los judíos y les dijo: “Yo no encuentro en El ningún motivo para condenarlo. Y ya que ustedes tienen la costumbre de que ponga en libertad a alguien, en ocasión de la Pascua, ¿quieren que suelte al rey de los judíos?”.
Ellos comenzaron a gritar, diciendo: “¡A El no, a Barrabás!” Barrabás era un bandido. Pilato mandó entonces azotar a Jesús. Los soldados tejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Lo revistieron con un manto rojo, y acercándose, le decían: “¡Salud, rey de los judíos!”, y lo abofeteaban. Pilato volvió a salir y les dijo: “Miren, lo traigo afuera para que sepan que no encuentro en El ningún motivo de condena”.
Jesús salió, llevando la corona de espinas y el manto rojo. Pilato les dijo: “¡Aquí tienen al hombre!” Cuando los sumos sacerdotes y los guardias lo vieron, gritaron: “¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!”.
[…]. “¡Que muera! ¡Que muera! ¡Crucifícalo!”.
[…]. Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucificaran, y ellos se lo llevaron. Jesús, cargando sobre Sí la Cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado “del Cráneo”, en hebreo “Gólgota”.
Allí lo crucificaron; y con El a otros dos, uno a cada lado y Jesús en el medio […].
Después que los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestiduras y las dividieron en cuatro partes, una para cada uno. Tomaron también la túnica, y como no tenía costura, porque estaba hecha de una sola pieza de arriba abajo, se dijeron entre sí: “No la rompamos. Vamos a sortearla, para ver a quién le toca”. Así se cumplió la Escritura que dice: ‘Se repartieron mis vestiduras y sortearon mi túnica’. Esto fue lo que hicieron los soldados.
Junto a la Cruz de Jesús, estaba su Madre y la hermana de su Madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la Madre y cerca de ella al discípulo a quien El amaba, Jesús le dijo: “Mujer, aquí tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Aquí tienes a tu madre”. Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.
Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo: “Tengo sed”. Había allí un recipiente lleno de vinagre; empaparon en él una esponja, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca. Después de beber el vinagre, dijo Jesús: “Todo se ha cumplido”. E inclinando la cabeza, entregó su espíritu.
Era el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese sábado era muy solemne. Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con Jesús. Cuando llegaron a El, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó Sangre y Agua. […] Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: No le quebrarán ninguno de sus huesos. Y otro pasaje de la Escritura, dice: Verán al que ellos mismos traspasaron […].
En el lugar donde lo crucificaron había una huerta y en ella, una tumba nueva, en la que todavía nadie había sido sepultado. Como era para los judíos el día de la Preparación y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.
San Juan 18, 1 – 19, 42

        Hoy inicia la novena a la Divina Misericordia

Video con reflexión del evangelio Pbro. Germán Saksonoff co. 

Click en la imagen para ver el video

Reflexión del evangelio Pbro. Germán Saksonoff co. 

O los santos están unánimemente equivocados o lo estamos nosotros. La Pasión de Cristo basta para cambiar el mundo y todos los corazones. Abandonemos las recetas de moda, psicológicas, sociológicas que en cada época se plantean nuevamente. Sólo contemplar su Pasión, el infinito Amor que nos tiene, cambia, arrasa, transforma los corazones. Adoremos sus Llagas y busquemos en ellas toda sabiduría y bendición, toda respuesta y consuelo, toda fuerza y luz. El está allí en la Cruz colgado por tu alma, porque te ama.

Propósito del día 

Ofreceré el ayuno y abstinencia de hoy, junto a la Pasión de Cristo,
por la conversión de los pecadores.

Santos del día: Viernes Santo 

Hoy la Iglesia contempla compungida la muerte de su Señor. Las celebraciones litúrgicas se desarrollan en un clima de austeridad, resaltando el carácter redentor de la inmolación de Cristo. Por la tarde se realiza el Vía Crucis. Es el único día del año que no se celebra Misa, aunque sí se da la Comunión a los que asisten a la adoración de la Cruz en las

Liturgia del día 

Oficio litúrgico de la Pasión del Señor. Rojo.
Día de ayuno y abstinencia.

Reflexión para las tres de la tarde 

Pedro fue interceptado por un hombre que lo acusó de ser discípulo de Jesús y de haberle cortado la oreja a su hermano Malco, pero Pedro negó a Jesús nuevamente.
El gallo cantó por segunda vez y Jesús experimentó el abandono más grande en su Alma.

 

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Jesús, en Vos confío

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