Enseñanzas del gran contemplativo y predicador de la Pasión de Cristo, san Pablo de la Cruz. Sus padecimientos deben encendernos y movernos. Séptima parte.
En su rico epistolario, san Pablo de la Cruz precisa mejor el método para meditar en la Pasión. No se puede decir que el santo hubiera desarrollado una forma propia y especial de meditar la Pasión. Se dirigía a cada persona en singular y tenía en cuenta su estado y el grado espiritual a que había llegado. De aquí sus diferentes indicaciones para meditar. Como tendencia fundamental puede decirse que seguía un camino ascendente, o sea, de una reflexión muy discursiva a un pasivo “reposo”, de concretas representaciones imaginativas a un silencio sin imágenes ni palabras.
Coloquios con el Amado
Una característica que descubrimos en san Pablo de la Cruz son los “coloquios” que tenía, en forma de oración, con el Señor doliente. El mismo nos revela con frecuencia lo muy concreta que fuera esta manera de orar. Nos habla ya de ello en su Diario espiritual: “Sé que también hice coloquios sobre la dolorosa Pasión de mi querido Jesús, cuando le hablo de sus tormentos, por ejemplo, le digo: ¡Ah mi Bien, cuando fuiste flagelado cómo estaba tu Santísimo Corazón, mi querido Esposo, cuánto
te afligía la vista de mis grandes pecados y de mis ingratitudes! ¡Ah mi amor! ¿Por qué no muero por Ti, por qué no me deshago todo en congojas?, y siento a continuación que a las veces el espíritu no puede ya hablar, y se permanece así en Dios, infusos sus tormentos en el alma”.
Aconseja el santo esta oración dialogal también a las almas por él dirigidas. En 1736 escribe al señor F.A. Appiani: “Si no puede meditar en la Pasión de Jesús, hable con Su Divina Majestad con algún coloquio amoroso:¡Oh amor mío! ¡Cómo estaba tu corazón en aquel huerto! ¡Oh qué amarguras! ¡Oh cuánta Sangre! ¡Oh qué amarga agonía! ¡Y todo por ti!, etc. Hecho esto, prosiga su reposo amoroso en Dios en paz, con sagrado silencio”.
Los “coloquios” con el Señor doliente que se refieren a las situaciones concretas de la Pasión real e histórica de Jesús, son una forma de oración que el santo practicaba gustoso, incluso más adelante. Ante todo, estos coloquios formaban parte sustancial de la meditación de la Pasión, cuando el santo los tenía en las misiones populares. Esta forma de concretar y refrescar la Pasión de Jesús debía infundir en los que recibían sus cartas la necesaria disposición interior para penetrar profundamente en el misterio del amor de Dios, incluso ayudados por la imaginación.
Meditar cada Llaga
En las cartas del santo tropezamos con algunos ejemplos concretos de meditación sobre la Pasión que tienen como objeto los episodios históricos de la Pasión. Amonesta el santo que en “la meditación no haya prisas por pasar de un punto a otro, sino que se detenga donde se experimenta mayor devoción y recogimiento”. En la meditación es importante antes que nada que haya un diálogo de corazón a corazón para tener ideas claras sobre esto, oigamos al mismo santo fundador: “le pongo un ejemplo: Figúrese la flagelación. ¡Ah, dulce Jesús mío, condenado a los azotes, habiéndote conducido por aquellos pérfidos al lugar de la flagelación donde en presencia de todo el pueblo te despojaron de tus pobres vestiduras…
Oh, Jesús mío, mi amor, mi vida, cómo te veo ante todo el pueblo tan vilmente desnudado! ¿De forma que Aquel que viste a los desnudos es desnudado tan vilmente de sus vestidos? ¿De forma que Aquel que inflama a sus amantes con su dulce fuego se hiela así y tiembla de frío? ¿De forma que la Gloria del Cielo es así vilipendiada? ¡Ah amor mío, si Tú, que eres el Rey de los reyes, la Gloria del Cielo, has sido desnudado por mí, me debería yo desnudar por entero del amor del mundo y de todas las criaturas! ¡Ah! ¿Cuándo, vida de mi vida, te amaré sólo a Ti? ¿Cuándo mi corazón te dará todo? ¿Cuándo estaré unido a Ti sin ningún intermedio?”
No sentir sino decidirse
De esta forma se regulará al meditar la flagelación, las llagas, los tormentos, etc., y lo mismo en los demás misterios. Pero es menester detenerse algo en los afectos, dirigir una mirada de viva fe al misterio para que el alma se inflame más en el amor. Como bien enseña este ejemplo, el hilo conductor de la meditación es la relación personal yo-Tú con el Señor doliente. No se trata de recoger las escenas en sus detalles históricos o supuestos, sino de fortalecer la fe e inflamar el corazón. El fin principal de la meditación no se orienta a despertar una fácil compasión sentimental, sino una genuina compasión que ayude a la voluntad a decidirse. Así concluye la carta recordada: “Y sobre todo es menester procurar la imitación de las virtudes que Jesús practicó y nos enseñó. Jesús padecía y callaba, y nunca se lamentaba; aprenda, por tanto, a sufrir y callar, a obedecer en silencio”. También en otra carta habla de la agonía de Jesús en el huerto. La concretización de la escena aparece enteramente como fondo; el “coloquio” personal, los afectos, forman el cuerpo de la reflexión sobre la Pasión. En la conclusión destaca todavía la exigencia de la imitación de las virtudes de Cristo.
Recogimiento en su Pasión
Como ya dijimos, descubrimos en san Pablo de la Cruz una tendencia para llevar al alma de la meditación discursiva y reflexiva al “reposo en Dios” sin palabras e imágenes. El medio mejor para la unión y el recogimiento es la meditación de la Pasión de Jesús. Así escribe en una carta a Sor María Inocencia, de Nepi: “La Pasión de Jesucristo es obra de amor. Una simple mirada de fe a algún misterio en particular o a toda en general puede tener el alma en elevado recogimiento con aquella vista de fe o atención amorosa a Dios, etc. Puede alguna vez despertar el corazón, máxime en las distracciones, con algún dulce afecto o soliloquio con Su Divina Majestad, hablándole de sus penas, de su amor o de los beneficios recibidos, rogando por las necesidades de la Iglesia y por otras, según se sienta interiormente movida por el Espíritu Santo. Debe llevar consigo siempre esta oración interior, en cuanto pueda. Sea fiel a Dios, humilde de corazón, oculta a las criaturas, abandonada al divino querer. Pida mucho por mí, por nuestra Congregación y por las demás cosas, según mi intención”.
Destacamos algunos puntos de esta carta que se extiende no menos de cuatro páginas. Se habla de “simple mirada de fe”, de la Pasión considerada “toda en general”, sin necesidad de descender a particularidades. El fin de la meditación es “mantener el alma en elevado recogimiento”, o mejor, consagrar una “amorosa atención a Dios”. Los afectos tienen la finalidad de no dejar que divague el alma en las distracciones, sino que se fije en las virtudes que Jesús practicó en su Pasión: virtudes pasivas, si se quiere, pero en plena conformidad con la mística de la Cruz.
Esta es la “Puerta”
Sería falso querer poner la meditación de la Pasión en contradicción con la mística del recogimiento en san Pablo de la Cruz. Ambos extremos no se contraponen, ni se excluyen, sino que van estrechamente unidos, incluso se condicionan mutuamente. El santo tiene la firme convicción de que la meditación de la Pasión de Jesús es el mejor medio para alcanzar el más profundo recogimiento. Escribe así, efectivamente, a Tomás Fossi: “Por lo que cuando habla de oración no meta a nadie en esos profundos recogimientos, sino que déjelos conducir por Dios, insinuándoles únicamente la meditación de la Santísima Pasión de Jesús y la imitación de sus santas vir-
tudes. Verdad es que esta memoria de la Santísima Pasión de Jesucristo con la imitación de sus santas virtudes no se debe dejar, aunque se diera el más profundo
recogimiento y elevado don de oración, incluso ésta es la Puerta que lleva al alma a la íntima unión con Dios, al recogimiento interior y a la más sublime contemplación”.
Sumergirnos en su Pasión
Distingue aquí el santo claramente y en primer lugar: el sumergirse en el mar inmenso del amor de Dios y aquella mística del recogimiento que es puro don de Dios,
concedido al hombre. La meditación de la Pasión y el ejercicio de las virtudes son el camino que debe emprender el hombre siempre, naturalmente, con la gracia de Dios. Este camino nunca deberá ser abandonado por más que se haya alcanzado un elevado grado de recogimiento. En estas palabras aparecen de modo significativo la armónica unidad y la singular armonía que resaltan en san Pablo de la Cruz. Recogimiento y ejercicio de las virtudes no se oponen, sino que son más bien como dos polos que
mutuamente se atraen.
EXTRAÍDO DE “LA PASIÓN DE JESÚS COMO ‘LA OBRA MÁS ESTUPENDA DEL DIVINO AMOR’,
MEDITACIÓN DE LA PASIÓN SEGÚN LA ENSEÑANZA DE SAN PABLO DE LA CRUZ”, DEL P.
MARTÍN BIALAS, C.P.
ADAPTACIÓN DE LA VERSIÓN ESPAÑOLA DEL P. CARLOS LIZÁRRAGA, C. P.