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Se abren las entrañas divinas

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La lanza en el Costado de Cristo Crucificado liberó para nosotros todo un mar de gracias,
que se nos concederán con gran abundancia el día de su Fiesta.

Las compuertas divinas se abren en el día de la Fiesta de la Misericordia para derramar todo un mar de gracias, es decir, para derramar y participarnos todo lo que hay en el Corazón de Dios. Así lo manifiesta el mismo Señor: “Ese día están abiertas las entrañas de mi Misericordia”, “En ese día están abiertas todas las compuertas divinas a través de las cuales fluyen las gracias”, “Derramo todo un mar de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de mi Misericordia”.
Es absolutamente necesario comprender qué es la gracia, qué es ese tesoro y mar de gracias que quiere inundarnos. De lo contrario tendremos una vaga y superficial idea o estimación de que se trata de algo positivo, pero no sabremos abrirnos de verdad y comprender bien todo su Amor.

Qué no es la gracia
Si bien ahora no podemos hacer un tratado sobre la gracia -y mucho menos teológico- sí tengamos en cuenta los errores en el común sentir o estimación de muchos católicos pocos formados, aunque tengan buena voluntad. En realidad, el problema es lo que se va “absorbiendo” (lo que se nos va adhiriendo del sentir general mundano).
En primer lugar, la gracia no es una energía positiva. Parecería que, para muchos, es una buena onda (quizás como el wifi) que permanentemente está reportando bienes o cosas positivas a todo el universo, lo quieran o no. Esto tiene que ver mucho con concepciones orientales que no creen en Dios sino que hablan de dos grandes fuerzas (yin y yang) que se oponen o equilibran según se obre… y se introduce en la mentalidad cristiana por culpa del yoga, delreiki, mantras, mandalas, sahumerios, amuletos, etc., los cuales aportarían ese bienestar, equilibrio o energía positiva. De allí que muchos piensen que la gracia es similar, pero que -¡obviamente!- viene de Dios.

En segundo lugar, aunque también relacionado con lo anterior, se considera la gracia como un sentimiento positivo, alegría, ánimo, estímulo, fervor o simpatía, etc. Todo lo cual hace que los católicos estén más preocupados de sentirse bien que de estar realmente unidos a Dios por la gracia verdadera, la cual se pierde por el pecado mortal, se sienta esto o no. Es decir, dejando de lado la verdad de la gracia y de la unión con Dios por ella, se atiende al estado de ánimo como criterio definitivo de si estoy cerca o lejos de Dios, unido o separado de El.

A causa de esto se generan más errores:
si me siento bien, Dios me ama.

si me siento bien, a Dios le tiene que agradar mi vida (por más que tenga pecados).

si me siento mal, Dios no me ama, o me ama poco.

si me siento mal, no creo que mi vida le esté agradando.

La verdad objetiva de si vivo o no en gracia por no cometer pecados mortales pasa a un segundo o último plano, porque tendría más importancia el “cómo me siento yo”. De ahí miles de defectos y hasta pecados como el sacrilegio de comulgar en pecado mortal, etc., etc., etc.

Qué es la gracia
Leamos y meditemos atentamente qué nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica:

1996 – Nuestra justificación es obra de la gracia de Dios. La gracia es el favor, el auxilio gratuito que Dios nos da para responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios (cf. Jn 1, 12-18), hijos adoptivos (cf. Rm 8, 14-17), partícipes de la naturaleza divina (cf. 2 P 1, 3-4), de la vida eterna (cf. Jn 17, 3).

1997 – La gracia es una participación en la vida de Dios. Nos introduce en la intimidad de la vida trinitaria: por el Bautismo el cristiano participa de la gracia de Cristo, Cabeza de su Cuerpo. Como “hijo adoptivo” puede ahora llamar “Padre” a Dios, en unión con el Hijo único. Recibe la vida del Espíritu que le infunde la caridad y que forma la Iglesia.

1998 – Esta vocación a la vida eterna es sobrenatural. Depende enteramente de la iniciativa gratuita de Dios, porque sólo El puede revelarse y darse a Sí mismo. Sobrepasa las capacidades de la inteligencia y las fuerzas de la voluntad humana, como las de toda creatura (cf. 1 Co 2, 7-9).

Como vemos, entonces, en el numeral 1997, la gracia es una participación en la vida de Dios. Sólo esta gracia genera la comunión con El, el estar unidos a El y por tanto santificarnos. Comunión que se rompe cuando yo decido obrar distinto de su Amor, contra su Amor, cometiendo un pecado mortal -que es justamente eso: separarme de El y morir espiritualmente- aún cuando piense que, naturalmente, sigo amando a los hombres.

Don de lo alto
Comentemos o señalemos resumidamente algunos puntos de estos numerales del Catecismo:

1996: es obra de la gracia, no podemos por nuestras fuerzas -y mucho menos porque lo sintamos… . Lo necesitamos a El, al único Dios verdadero. La gracia no viene de cualquier divinidad como supongan los hombres, o de cualquier religión porque, como algunos piensan, “seguimos al mismo Dios”…

1997: es participación que viene de Dios mismo, no de nosotros. Y para poder ser y vivir como hijos de Dios, sin la gracia no podemos, por más que sintamos bellos sentimientos filiales. Nos otorga participar de su vida trinitaria, no sólo ser “buenas personas”.

1998: la gracia es sobrenatural. El se da a Sí mismo, no lo alcanzan las falsas religiones. Y no podemos conseguir la gracia o arrancarla porque seamos buenos o hagamos increíbles buenas obras: sólo como El nos lo dice y revela, es decir, evitando el pecado mortal, cumpliendo sus Mandamientos. Sin esto no se vive en gracia.

Todo un mar de gracias
Habiendo, pues, recordado qué es y qué no es la gracia, podemos ahora sumergirnos en la contemplación del amor de Dios que quiere derramarse sin límites en todo el misterio Pascual y en el Día de la Fiesta de la Misericordia.
Nuestro Señor ha instituido este día para derramar copiosa y gratuitamente un mar de gracias. Todo un torrente de bendiciones, todo lo que necesitamos para convertirnos y para salvarnos. Nos pide sólo que confiemos, que le abramos la puerta.
Confiar, abrirle la puerta, significa no confiar en la oferta del demonio, del mundo y de nuestra propia carnalidad que nos presionan o seducen en contra de Cristo. Abrirle la puerta de par en par a su Misericordia Infinita significa cerrar la puerta de nuestra vida al pecado, a todo tipo de maldad y desconfianza, afán mundano, etc.
Si no nos arrepentimos, si no nos confesamos sacramentalmente y recibimos la absolución, con esta decisión o dejadez estamos diciendo:
“en realidad, no me importa ese mar de gracias que El me ofrece, estoy tranquilo con mi vida de pecado, de tibieza. Confío más en que estoy bien así y no con todos esos dones de su Amor Infinito”.

Entrañas divinas abiertas
“Ese día están abiertas las entrañas de mi Misericordia”. Estas palabras tan dulces y consoladoras deben llamarnos poderosísimamente la atención, deben llenarnos de gozo y consuelo, y debemos obtener todo lo que significan.

El Señor no envía energías o sentimientos -como hemos escrito-, sino que abre su Corazón, sus entrañas para darnos lo que El mismo tiene de su propia Vida, su propio Amor Trinitario, su Infinito Gozo, Dulzura, Paz, y un infinito etc. que no podremos abarcar ni en la eternidad.

¿Qué viene de El? Todo lo que viene de El aumenta la comunión con El, como asimismo el gozo y la alegría. Su venir, su presencia en nosotros por su Espíritu, por la gracia, engendra en nosotros más amor, más humildad, más pureza, más misericordia, más comprensión, más desapego de nuestros egoísmos, más mansedumbre. Toda gracia es, por tanto, una continua elevación, divinización. Nos une más a Sí mismo y por eso amamos más lo que Ellos -Padre, Hijo y Espíritu Santo- aman y detestamos cada vez más lo que Ellos detestan: el pecado, el odio, la impureza, etc., etc.

Si deseamos o ansiamos el bien:
Dios es el Bien Infinito, y se nos da por la gracia.
Si deseamos o ansiamos la paz:
El es la Paz Infinita, y nos la participa por la gracia.
Y así, El es todo lo que podemos desear porque fuimos creados para El, para recibirlo a El y ser uno con El, Trinidad Santísima. En realidad, es por eso por lo que deseamos el gozo, la paz, el amor, la verdad, la bondad, la dulzura, porque todo eso es El y nos ha hecho a su imagen y semejanza.

Habla al Mundo es un proyecto de formación y difusión de la Divina Misericordia.

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Jesús en vos confío                                       

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