La caridad y la humildad nos otorgan un alto grado de vigilancia sobre aquello que amamos… Atesoremos tesoros en el Cielo, no aquí en la tierra.
La serenidad y humildad del santo siempre dieron lugar a que muchos se aprovecharan y le hicieran bromas. Como su alma estaba casi absorta en Dios y en sus cosas, poco desarrolló el sentido del humor. Por ello mismo, aprovechados de semejante bonanza, padeció varias veces, aunque en muchas respondía con altura propia de santos.
Un día le hicieron una “inocentada” para ver cómo reaccionaba el santo (algunos le decían buey mudo), y recibieron una enseñanza que iba más allá de la broma. Un fraile, cercano a la ventana, lo llamó con cierta urgencia para ver algo inaudito:
– Fray Tomás venga rápido a ver una vaca volando.
A lo que el santo consintió, finalmente entre risas de sus hermanos religiosos. Pero la respuesta del santo, nada ingenuo, fue:
– Prefería pensar que una vaca volara y no que un hermano me mintiera.
No era una persona de mal humor, sólo daba un buen consejo y pedía que estemos en cosas más elevadas, más importantes.
Su delicadeza hasta con los menores detalles de la caridad eran visibles a todos. Un día leía en el refectorio, y en un momento determinado el superior lo interrumpió, corrigiéndole algo que al parecer había leído o pronunciado mal. Santo Tomás rectificó. Y al terminar la comida se le acercaron algunos para decirle que por qué había rectificado, que él lo había leído bien. Y el santo les contestó: -Más vale tener un fallo en la gramática que en la obediencia y la humildad.
Nacimiento: en Roccaseca, Italia, en el año 1225. Muerte: el 7 de marzo de 1274 en Fossanova, Italia. Fiesta: 28 de enero.
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Jesús, en Vos confío