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Faustina: Unión en el amor

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Ya aquí en la tierra podemos gustar la vida de los habitantes del Cielo por
medio de una estrecha unión en el amor a Dios.

507. Deseo, Jesús mío, sufrir y arder con el fuego del amor en todos los acontecimientos de la vida. Pertenezco a Ti entera, deseo abismarme en Ti, oh Jesús, deseo perderme en Tu divina belleza. Tú me persigues, Señor, con Tu amor, como un rayo del sol penetras dentro de mí y transformas la oscuridad de mi alma en Tu claridad. Siento bien que vivo en Ti como una chispa pequeñita absorbida por un ardor increíble, en que Tú ardes, oh Trinidad impenetrable. No existe un gozo mayor que el amor de Dios.

870. Hoy, durante la Santa Misa, me he sumergido inconscientemente en la Majestad infinita de Dios. Toda la inmensidad del amor de Dios inundaba mi alma; en aquel momento particular he conocido cuánto Dios se ha humillado por mí, este Señor de los señores. ¿Y qué soy yo, miserable, que Te relaciones así conmigo? El asombro que me ha invadido después de aquella gracia particular, se ha mantenido en forma muy viva durante todo el día. Aprovechando la confianza a la que el Señor me admite, le he rogado por el mundo entero. En tales momentos me parece que el mundo entero depende de mí.

1153. Mientras rezaba delante del Santísimo Sacramento, súbitamente mis sufrimientos físicos desaparecieron y oí en el alma una voz: Ves que en un instante puedo darte todo, no estoy sujeto a ninguna ley.
Después de la Santa Comunión oí estas palabras: Has de saber, hija mía, que en un solo instante puedo darte todo lo que necesites para cumplir esta obra. Después de estas palabras una luz singular ha quedado en mi alma y todas las exigencias de Dios me parecen tan sencillas que hasta un niño pequeño las podría cumplir.

1523. Amor eterno, llama pura, arde incesantemente en mi corazón y diviniza todo mi ser según Tu eterno designio por el cual me has llamado a la existencia y a participar en Tu eterna felicidad. Oh Señor misericordioso, me has colmado de estos dones únicamente por misericordia; viendo que todo lo que tengo me ha sido dado gratuitamente, adoro Tu bondad inconcebible con la más profunda humildad. Señor, el asombro me inunda el corazón al pensar que Tú, Señor absoluto, no
necesitas a nadie y, sin embargo, por amor puro Te humillas así a nosotros. No dejo de asombrarme nunca cuando el Señor entra en una familiaridad tan estrecha con su criatura; es otra vez su bondad insondable. Siempre comienzo esta meditación y nunca la termino, porque mi espíritu se sumerge en Él totalmente. Qué delicia es amar con todas las fuerzas de su alma y, a la vez, ser amada aún más, sentirlo y vivirlo con plena conciencia de su ser no hay palabras para expresarlo.

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