InicioQué es la Divina MisericordiaFaustina: "Amor al sufrimiento"

Faustina: «Amor al sufrimiento»

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Santa Faustina nos enseña cuál es el tesoro más grande en la tierra,
el que purifica el alma.

342- El sufrimiento es el tesoro más grande que hay en la tierra. En el sufrimiento conocemos quien es nuestro verdadero amigo. El amor verdadero se mide con el termómetro del sufrimiento.

227- En las pruebas trataré de ver la amorosa mano de Dios. No hay nada tan constante como el sufrimiento; él siempre hace fielmente compañía al alma. Oh Jesús, en el amor hacia Ti no me dejaré superar por nadie.

343- Oh Jesús, Te doy gracias por las pequeñas cruces cotidianas, por las contrariedades con las que tropiezan mis propósitos, por el peso de la vida comunitaria, por una mala interpretación de [mis] intenciones, por las humillaciones por parte de los demás, por el comportamiento áspero frente a nosotros, por las sospechas injustas, por la salud débil y por el agotamiento de las fuerzas, por repudiar yo mi propia voluntad, por el anonadamiento de mi propio yo, por la falta de reconocimiento en todo, por los impedimentos hechos a todos mis planes. Te doy gracias, Jesús, por los sufrimientos interiores, por la aridez del espíritu, por los miedos, los temores y las dudas, por las tinieblas y la densa oscuridad interior, por las tentaciones y las distintas pruebas, por las angustias que son difíciles de expresar y especialmente por aquellas en las que nadie nos comprende, por la hora de la muerte, por el duro combate durante ella por toda la amargura. Te agradezco, Jesús, que has bebido el cáliz de la amargura antes de dármelo endulzado. He aquí, he acercado los labios a este cáliz de tu santa voluntad; hágase de mi según tu voluntad, que se haga de mí lo que tu sabiduría estableció desde la eternidad.
Deseo beber hasta la última gotita el cáliz de la predestinación, no quiero analizar está predestinación; en la amargura mi gozo, en la desesperación, mi confianza. En Ti, oh Señor, todo lo que da tu Corazón paternal es bueno; no pongo las consolaciones por encima de las amarguras, ni las amarguras por encima de las consolaciones, sino que
Te agradezco todo, oh Jesús.
Mi deleite consiste en contemplarte, oh Dios Inconcebible. En estas existencias misteriosas está mi alma, es allí donde siento que estoy en mi casa. Conozco bien la morada de mi Esposo. Siento que en mi no hay ni una gota de sangre que no arda de amor hacia Ti.

385- Con gozo y deseo he acercado los labios a la amargura del cáliz que tomo de la Santa Misa todos los días. La pequeña porción que Jesús me ha asignado para cada momento y la cual no cederé a nadie. Consolaré incesantemente el dulcísimo Corazón Eucarístico, tocare cánticos de agradecimiento en las cuerdas de mi corazón, el sufrimiento es el tono más armonioso. Estaré muy atenta para presentir, ¿con qué puedo alegrar tu Corazón?

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