InicioQué es la Divina MisericordiaFaustina: "Humildad y humillaciones"

Faustina: «Humildad y humillaciones»

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El grado más perfecto de humildad es complacerse en los menosprecios y humillaciones.

151- Una vez, estaba en la cocina con la Hermana N. y ella se enfadó un poco conmigo y como penitencia me ordenó sentarme en la mesa, mientras ella se puso a trabajar mucho, a arreglar, a fregar, y yo estaba sentada sobre la mesa. Otras hermanas venían y se sorprendían de que estuviera sentada en la mesa, cada una dijo lo que quiso. Una, que yo era holgazana, otra que era extravagante.
En aquel entonces, yo era postulante. Otras decían: ¿qué clase de hermana será ésta?
Pero, yo no podía bajar, porque aquella hermana me ordenó, bajo obediencia, quedarme sentada hasta que me permitiera bajar. De verdad, solamente Dios sabe cuántos actos de mortificación hice entonces.

184- La Hora Santa. Durante esta hora procuraba meditar la Pasión del Señor. No obstante mi alma fue inundada de gozo y de repente ví al pequeño Niño Jesús. Y su Majestad me penetró y dije: Jesús, Tú eres tan pequeño, pero yo sé que Tú eres mi Creador y Señor. Y Jesús me contestó: Lo soy y trato contigo como un niño para enseñarte la humildad y la sencillez.
Todos los sufrimientos y las dificultades las ofrecía a Jesús como una ofrenda floral para el día de nuestros desposorios perpetuos. Nada me resultaba difícil al recordar que lo hacía por mi Esposo, como una prueba de mi amor hacia El.

335- Una vez, al ver a Jesús bajo la apariencia de un niñito pequeño, pregunté: Jesús, ¿por qué ahora tratas conmigo tomando el aspecto de un niñito pequeño? Después de todo, yo veo en Ti a Dios Infinito, al Creador y a mi Señor. Jesús me contesto que hasta que yo no aprendiera la sencillez y la humildad, trataría conmigo como a un niño pequeño.

450- Me sentía muy sufriente y me parecía que no podría ir a la adoración, sin embargo reuní toda la fuerza de mi voluntad y a pesar de haberme caído en la celda, no reparaba en lo que me dolía teniendo delante de los ojos la Pasión de Jesús. Al venir a la capilla entendí interiormente lo grande que es la recompensa que Dios nos prepara, no solamente por las buenas obras, sino también por el sincero deseo de cumplirlas. Qué gracia más grande de Dios es ésta.
Oh, qué dulce es trabajar por Dios y para las almas. No quiero descansar en el combate, sino que lucharé hasta el último soplo de vida por la gloria de mi Rey y Señor. No rendiré la espada hasta que me llame delante de su trono; no temo los golpes porque Dios es mi escudo. El enemigo debe tener miedo de nosotros y no nosotros del enemigo. Satanás vence solamente a los soberbios y a los cobardes, porque los humildes tienen fortaleza. Nada confunde ni asusta a un alma humilde. He dirigido mi vuelo hacia el ardor mismo del sol y nada logrará bajármelo. El amor no se deja encarcelar, es libre como una reina, el amor llega hasta Dios.

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