Sea cual fuera tu carisma o actividad apostólica
no debes dejar de visitar a Jesús Eucaristía.
Jesús fue a la vez e inseparablemente el contemplativo del Padre y el que tanto trabajaba en servicio de los demás que no tenía tiempo ni para comer. Por eso, aunque en la Iglesia haya diversos carismas y se distinga entre almas contemplativas y las que se dedican a la acción evangelizadora, en realidad no debe haber una contraposición radical, pues todos hemos de cultivar esas dos proyecciones.
Es una riqueza inmensa para todos la adoración de la Hostia expuesta en los conventos de clausura durante largos ratos, incluso de modo permanente. Sin embargo, esas personas, deben tener presente a los que se desviven en su compromiso de acción, y en la medida en que puedan, ellas mismas han de sentir la urgencia de evangelizar. Sirva de ejemplo santa Teresita de Lisieux, que sin haber salido nunca del convento, es sin embargo patrona de las misiones.
Asimismo, quienes se dedican a los enfermos, a la enseñanza, o desarrollan sus deberes profesionales y familiares, no deben dejar de tener un tiempo dedicado a la oración, y concretamente a la adoración, de donde sacarán fuerza, y donde, al reavivar la presencia de Cristo, se reavivará la presencia de los otros Cristos, los hombres.
Por tanto, sea cual sea el carisma y aunque sea mucho el trabajo -la acción- que el cristiano tenga que desarrollar, nunca ha de faltar un tiempo dedicado a la adoración a Cristo, como medio importantísimo por donde Dios nos concederá la profundidad en la oración, la eficacia de nuestra labor y el verdadero sentido de la solidaridad.
(Extractado de Devocionario Eucarístico, p. Jesús Martínez García)
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Jesús, en Vos confío
