InicioQué es la Divina MisericordiaFaustina: "La tentación de abandonarlo todo"

Faustina: «La tentación de abandonarlo todo»

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¡Qué desastroso es caer en estas redes!

1115. Hoy fui a ver un momento a la Madre General y le pregunté: «Querida Madre, ¿ha tenido usted alguna inspiración en la cuestión referente a mi salida del convento?» La Madre General me contestó: «Hasta ahora siempre la retenía, hermana, pero ahora le dejo toda la libertad. Si usted quiere, puede dejar la Congregación o si usted prefiere, puede quedarse«. Entonces le contesté: «Está bien».
Pensé que iba a escribir inmediatamente al Santo Padre pidiendo la dispensa de mis votos. Al salir del encuentro con la Madre General, unas tinieblas bajaron a mi alma como antes. Es una cosa extraña que cada vez que pido el permiso de salir,
mi alma queda envuelta de esas tinieblas y siento como si estuviera dejada a mí misma. Cuando estaba en esa angustia espiritual, decidí ir en seguida con la Madre y contarle mi extraño tormento y mi lucha. La Madre me contestó que esta salida mía era una tentación. Tras un rato de conversación he sentido alivio, sin embargo las tinieblas perduraron. «La Divina Misericordia es bella y debe ser una obra de Dios verdaderamente grande si Satanás se le opone tanto y quiere destruirla.» Son las palabras de la querida Madre General.

1117. Hoy, durante la confesión revelé algo de mi alma, porque me vino la idea de que era precisamente una tentación lo de experimentar tan duros sufrimientos y tinieblas en los momentos de pedir el permiso de salir de la Congregación. El confesor me contestó que ése no era, quizá, el momento establecido por Dios. Hay que rezar y esperar pacientemente, pero si es verdad que le esperan grandes sufrimientos. Tendrá que soportar muchos de ellos y superar muchas dificultades, eso sí es seguro; sería mejor esperar todavía un poco y rezar mucho por un conocimiento más profundo y la luz de Dios. Estas cosas son graves.

18. Sin embargo, tres semanas después vi que aquí había muy poco tiempo para la oración y que muchas otras cosas me empujaban interiormente a entrar en un convento de regla más estricta. Esta idea se clavó en mi alma, pero no había en ella la voluntad de Dios. No obstante, la idea, es decir la tentación, se hacía cada vez más fuerte hasta que un día decidí hablar con la Madre Superiora y salir decididamente.
Pero Dios guió las circunstancias de tal modo que no pude hablar con la Madre Superiora. Antes de acostarme, entré en una pequeña capilla y pedí a Jesús la luz en esta cuestión, pero no recibí nada en el alma, solo me llenó una extraña inquietud que no llegaba a comprender. A pesar de todo decidí que a la mañana siguiente, después de la Santa Misa, le comunicaría a la Madre Superiora mi decisión.

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Jesús, en Vos confío

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