Que estos relatos nos ayuden a incentivar en nuestros niños su amor a la Santa Eucaristía.
Enseñémosles que Jesús sea su mejor amigo y desde muy pequeños aprendan a amarlo con todo su corazón.
La beata Jacinta y su amor a la Eucaristía
Decía sor Lucía (una de las pastorcitas de Fátima) sobre Jacinta: En una ocasión, le llevé una estampa que tenía el sagrado cáliz con una hostia. Se fijó en él, lo besó y, radiante de alegría, decía: “Es Jesús escondido. ¡Lo amo tanto!
¡Quién me diera recibirlo en la iglesia! ¿En el cielo no se comulga? Si se comulga, yo comulgo todos los días.
Si el ángel fuese al hospital a llevarme otra vez la sagrada comunión, ¡qué contenta quedaría!”.
Cuando, a veces, yo volvía de la iglesia y entraba en su casa, me preguntaba: ¿Comulgaste? Si yo le decía que sí, me decía: Llégate aquí bien cerca de mí, que tienes en tu corazón a Jesús escondido. No sé como es, pero siento a Nuestro Señor dentro de mí y comprendo lo que me dice, aunque no lo veo ni lo oigo, pero es tan bueno estar con El.
El ángel de Portugal, al darles la comunión en la tercera aparición en 1916, les enseñó la siguiente oración:
Santísima Trinidad,
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Te adoro profundamente y te ofrezco
el preciosísimo cuerpo, sangre, alma y
divinidad de Jesucristo,
presente en todos los sagrarios de la tierra
en reparación de los ultrajes, sacrilegios
e indiferencias con que es ofendido.
Y por los méritos infinitos
de su Sacratísimo Corazón
y del Corazón Inmaculado de María,
te pido la conversión de los
pobres pecadores.
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Jesús, en Vos confío