Nuestra Santa sufría y oraba en reparación de los males
que en el mundo se cometen.
1612 – Hoy, el Señor me dijo: “Necesito tus sufrimientos para salvar las almas”. Oh Jesús mío, haz conmigo lo que quieras. No he tenido el valor de pedir a Jesús mayores sufrimientos, porque la noche anterior sufrí tanto que no soportaría ni una gota más de lo que el mismo Señor Jesús me dio.
1613 – Durante casi toda la noche tuve unos dolores tan violentos que me parecía tener desgarradas todas las entrañas. La medicina que había tomado la vomité. Cuando me incliné al suelo, perdí el conocimiento y así, con la cabeza apoyada contra el suelo, permanecí algún tiempo. Al volver en mí, me di cuenta de que con todo el cuerpo cargaba sobre la cara y la cabeza; empapada de vómitos, pensé que esto iba a ser ya el final. La querida madre superiora y sor Tarsicia trataban de ayudarme como podían. Jesús pedía los sufrimientos y no la muerte. Oh Jesús mío, haz conmigo lo que Te agrade. Dame solamente la fuerza para sufrir. Si me sostiene tu fuerza, aguantaré todo. Oh almas, cuánto las amo.
1619 – Dos últimos días del carnaval. Aumentaron mis sufrimientos físicos. Me uní más estrechamente al Salvador doliente pidiéndole misericordia para el mundo entero, desenfrenado en su maldad. Durante todo el día sentí el dolor de la corona de espinas. Al acostarme no pude apoyar la cabeza en la almohada; sin embargo, a las diez los dolores cesaron y me dormí, pero al día siguiente me sentía agotada.
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Jesús, en Vos confío