Evangelio
Jesús dijo a la gente: “Yo soy el Pan de Vida. El que viene a Mí jamás tendrá hambre; el que cree en Mí jamás tendrá sed. Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen. Todo lo que me da el Padre viene a Mí, y al que venga a Mí Yo no lo rechazaré, porque he bajado del Cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de Aquel que me envió. La voluntad del que me ha enviado es que Yo no pierda nada de lo que El me dio, sino que lo resucite en el último día.
Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en El, tenga Vida eterna y que Yo lo resucite en el último día”.
San Juan 6, 35-40
Video con reflexión del evangelio Pbro. Germán Saksonoff co.
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Reflexión del evangelio Pbro. lic. Mauro Carlorosi, co.
Hay un hambre y una sed que son tremendamente más dolorosos y mortales que el hambre de comida y la sed de bebida. El hambre y sed de eternidad, de Cielo, de Dios, del Amor a Cristo. No hay nada ni nadie: ni dinero, ni amigos, ni viajes, ni títulos, ni marcas de ropa, autos, profesión, prestigio, cuenta bancaria, jubilación, familiares… nada ni nadie, repito, que pueda saciar esa hambre. Porque todo esto perece en la tierra… lo eterno no muere jamás.
Propósito del día
Reflexionando, elegiré cómo ver el mundo con los ojos de Dios,
con misericordia y amor.
Santos del día: san Juan Beverley, obispo
Inglés, quien nació a mediados del siglo VII en Harpham y estudió en Canterbury, bajo la dirección de san Adrián y san Teodoro. Ingresó en los benedictinos y fue monje en Whitby, luego, obispo de Hexham y de York. En el 718 renunció y fue a la abadía de Beverley, donde murió en el 721.
Liturgia del día
Feria. Blanco.
Lecturas: Hch 8, 1b-8 / Sal 65, 1-3a.4-7a
Reflexión para las tres de la tarde
Cuando Jesús se despidió de su Madre antes de ir al Huerto, ambos se miraron con sumo amor y con una expresión de total entrega a la voluntad del Padre. Y entre lágrimas de ternura se despidieron.
Vivamos con la Madre de Dios
Súplica a la Santísima Virgen María
Oh Señora mía, tú eres para mí el consuelo que dimana de Dios, el divino rocío que me refresca en el ardor, la gota de agua que el Señor hace correr sobre mi corazón reseco, la lámpara luminosa que disipa las tinieblas de mi alma, la guía de mi inexperiencia, la fuerza de mi debilidad, el recubrimiento de mi desnudez, el enriquecimiento de mi pobreza, el remedio de mis heridas incurables, la extinción de mis lágrimas, el fin de mis gemidos, la transformación de mis desdichas, el alivio de mis dolores, la liberación de mis cadenas, la esperanza de mi salvación. Ea, pues, escucha mis plegarias, ten compasión de mis gemidos, acoge mi llanto, conmuévante mis lágrimas y ten piedad de mí.”
San Germán de Constantinopla
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Jesús, en Vos confío