Evangelio
Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba. Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: “No llores.” Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: “Joven, Yo te lo ordeno, levántate.” El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre. Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: “Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo.” El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina. San Lucas 7, 11-17
Video con reflexión del evangelio Pbro. Germán Saksonoff co.
Reflexión del evangelio Pbro. Germán Saksonoff, co.
Nuestro Señor se mueve por su compasión infinita, y obra estos grandísimos milagros sin que nadie se los pida. Esto es así porque nuestra oración no mueve a Dios; es al revés.
Dios inspira que le recemos para que podamos aceptar el don que El quiere
darnos desde toda la eternidad. No querer rezar es rechazar una inspiración e invitación de Dios. La compasión divina supera toda lástima humana: mira a la eternidad, no sólo a la
provisión de alimentos o cuidados, es su amor puro obrando.
Popósito del día
Me abstendré de comentarios sin sentido, que lleven a la discordia y falta de paz.
Santos del día: San Cipriano, obispo y mártir
Era un abogado en Cartago, Africa, que se convirtió al cristianismo a los 40 años, y tras ser
ordenado sacerdote fue obispo de esta ciudad. En tiempos difíciles consolidó la fe de los cristianos, y en la epidemia de tifus, organizó ayudas para los pobres y huérfanos. En las persecuciones fue exiliado y como siguió celebrando Misa, ordenaron que sea decapitado,
en el año 258.
Liturgia del día
Santos Cornelio, papa, y Cipriano, obispo, mártires. Memoria obligatoria. Rojo.
Lecturas: 1 Tim 3, 1-13 / S.R. 100, 1-3b.5-6
Reflexión para las tres de la tarde
Nuestro Señor, atormentado, fue arrojado en el Torrente Cedrón, con mucho asco y
ganas de vomitar, los crueles soldados le tenían la cabeza bajo el agua y el pobre Jesús
sentía ahogarse, pero no guardaba ningún rencor contra sus agresores.
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