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Deberes para con la sagrada Eucaristía: «Para ser todo de Dios»

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Invitación a hacer todo por agradar a Dios,                                                                  con corazón indiviso siguiendo el ejemplo de María.

Graben en la mente estas tres reglas de conducta:                                                        La primera es la de hacer todo por agradar a Dios. Esta ha de ser la intención general y particular de sus acciones. Esta norma es más bien un sentimiento que un pensamiento actual: interviene en todo lo de ustedes y los deja obrar con sencillez. Les basta una intención general. Sin embargo, cuando vayan a ejercitar algo penoso, un sacrificio costoso, una intención particular ayudará al alma de ustedes.
Agradar a Dios es amar lo que Él ama, querer lo que Él quiere, odiar todo lo que es imperfecto.

La segunda regla es estar en todas las cosas con sencillez de espíritu, obrar en todo con libertad interior, hasta cuando Dios lo quiera y mientras Él lo quiera, en un espíritu de paz, haciendo las cosas con orden, con rigurosa sucesión, con moderación y paciencia, esforzándose en ejecutarlas bien más que en veros libres de ellas. Tomen por modelo al niño que obedece en todo y no se apega a nada.

La tercera regla es ésta: Vivan algo más en Dios como en el centro de ustedes, y no les estorbará ni les distraerá nada. Se sentirán entonces en presencia del Dios que todo lo vivifica, que lo ve todo y que dirige el alma en todas sus acciones.

Den de esta manera y siempre el corazón a Dios por la pureza de intención, por el cariño a su amor, por la confianza en su divina misericordia. Dirijan a menudo jaculatorias amorosas al buen maestro. Las jaculatorias son para el alma lo que la respiración al corazón: es decir, su vida.

Hay que llegar a que Jesús les baste ¡Qué felicidad la de vivir dirigido por Jesús! Mas es preciso encerrarse en su corazón divino para ser impregnado de su espíritu, modelado y cincelado por sus manos divinas.

Sin reservas ni divisiones

Sean plenamente de nuestro Señor, así como Él lo es todo de ustedes. No reserven nada en la entrega ni dividan el corazón; no tengan otro sentir que su adorable y amabilísima voluntad. Cuando se conoce bien al buen Jesús, ¿se lo puede comparar a alguna cosa, y una vez gustadas las delicias de su amor, se puede vivir sin Él? No, de ninguna manera, seríamos demasiado desgraciados. Dichosos ustedes los que pertenecen al Señor y quieren pertenecerle siempre. Esta elección vale más que todas las coronas y puestos privilegiados del mundo. Rico se sentirá quien tenga a Jesús por su mayor bien. Sean como un niño que siente, ama y agradece.

Dios piensa en ustedes

Sean como la paloma pura y blanca del arca, que sólo descansa en el arca santa, que no conoce otro canto ni otro suspiro que el del amor. No se miren a la luz del amor propio, pues se llenarán de miedo; ni en la hermosura de las criaturas, se turbarán; ni en la balanza de sus méritos, que más pesaría la pobreza de ustedes; ni a la falsa claridad de los dichos humanos. Contémplense en el Corazón bondadosísimo de Jesús, en su bondad tan maternal y tan tierna. ¡Ah!, entonces no se espantarán de ustedes.

Procuren no fijarse en lo que dan al dulce maestro, ni quieran pensar en lo que les falta. Arrójense como una paja, como un hierro enmohecido a este horno incandescente. ¡Qué pronto se purificarán, se fortificarán, se abrasarán y convertirán en fuego! ¡No, no lo duden! El sacrificio que más agrada a Jesús es el del yo; la ofrenda más bella es la del corazón; la corona más hermosa, la de la flor mañanera que se abre al sol naciente y se cierra a una con el sol que se oculta.

La mejor parte con María

Dense siempre del todo a nuestro Señor, como la santísima Virgen, cual corresponde a sus vírgenes y siervas reales. ¡Qué parte más privilegiada has escogido! ¡Qué puro, qué bondadoso, qué amoroso es el Esposo y Rey de tu corazón y la ley única de tu vida! Sean siempre completamente de ella. Recuerden que una sierva está enteramente al servicio de este buen maestro y le sirve con alegría y con abnegación. Sepan que una esposa vive totalmente entregada al amor de su Esposo divino y no anhela más que agradarle y complacerle.

Vivan de la divina Eucaristía y para la divina Eucaristía, así como los Ángeles no viven más que de Dios en el cielo.
¿No es justo que Él tenga almas que el mundo llama grandes y las desearía para sí?

Quisiera que tengan la más espléndida corona del mundo, la fortuna nupcial más envidiada para verlos, como ahora los veo, entregadas a Jesús, Rey de amor, como sus siervas felices y esposas eternas.
¡Cuán pocas almas selectas, cuán pocos servidores nobles tiene Jesús nuestro maestro!
Tienen que valer por mil, y el servicio de ustedes ha de equivaler al de diez mil; esto lo logran con una ferviente y generosa piedad eucarística.

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