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Adoradores: Frutos eucarísticos

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Todavía no hay un contador que mida todo lo bueno que
surge de un Sagrario durante una visita de sólo unos minutos.

La puerta del Sagrario más que por la llave de metal que le hizo el hombre, está cerrada por la palabra siempre que grabó el Amor allí encerrado e inmolado.

Siembra constante

Si en la tierra todavía se respiran aires de pureza y perfumes de virtudes y se calientan las almas con fuegos de amores santos, es porque no dejan de sembrarse Hostias consagradas.

Táctica especial del Corazón de Jesús

Hacerse como nada por amor para que le demos nuestra nada con amor.
El mejor obsequio que espera de nosotros y que más cuenta nos tiene hacerle, es darle, más que nuestro talento, fuerza, poder y valer, nuestra nada…
Sólo cuando estemos perfectamente persuadidos de que es nada cuanto le damos, empezará El a recibir algo nuestro y nosotros a ser algo también.
Sólo el amor humilde que lo ha hecho bajar a El nos hará subir a nosotros.

De rodillas…

¿Quieren saber a qué altura de Fe, instrucción religiosa y piedad, se encuentra el alma de cualquier cristiano?
Miren lo que dobla delante de Jesús Sacramentado.
¿Ligeramente el cuello o la cintura?
Pocos grados de aquella o ninguna.
¿Un poquitín la rodilla? Un grado más.
¿Una rodilla en tierra? Otro grado más.
¿Las dos rodillas y la cabeza inclinada? ¡Eche usted grados!
No me meto en explicar la relación entre la piedad del espíritu y la flexibilidad de los músculos, la encomiendo a los psicólogos.
Me limito a hacer notar el fenómeno y pedir al Amo nos dé muchos católicos de dos rodillas.

El modo de obrar del aumento eucarístico

Entre el orden natural y el sobrenatural se observa una gran analogía de procedimientos y leyes, indicando así la unidad del Autor de uno y otro. Y por tanto, por lo que haga la comida en el cuerpo que come y por lo que éste debe hacer u operar para que aquella le aproveche, puede sin peligro de error deducir y conocer cómo es por dentro la comida y digestión de Cristo.

¿Comulgar es comer? Apliquemos este principio al Alimento Divino y al alimentado que va a divinizarse. No es mío este modo de proceder; es del gran santo Tomás que saca a la luz del medio día muchos misterios de la vida superior de la gracia, por medio de esas analogías ciertas, no arbitrarias, entre el orden de ésta y el de la naturaleza. En este mismo punto, del modo de obrar de la Eucaristía en nosotros a modo de comida y de bebida deduce y forma su doctrina sobre los efectos y acción de la comunión en su admirable Suma Teológica. Si, pues, la comunión nos da a comer Carne de Cristo debe obrar digestión de Cristo y terminar en la asimilación de Cristo, con tal de que no pongamos obstáculos con nuestros pecados.

El pan que deberían querer y no lo quieren

¡La cuestión de las subsistencias! ¡El problema del pan! ¡El encarecimiento de la vida! ¡Cuánto se habla y se escribe de esto ahora! ¡Cómo crece y cunde la alarma!
¡Dios mío! ¿Llegará un día en que tus hijos los hombres se preocupen así del otro Pan del que Tú les das de balde todos los días? Una pregunta a los sociólogos y economistas: ¿No tendrá nada que ver esa carestía siempre creciente del pan que quieren los hombres con el desprecio del otro Pan que debían querer y no quieren?

A menos distancia, más grandeza

Mientras más hombres voy tratando y más obras suyas conociendo, me convenzo de que la medida de la grandeza de éstos, está en proporción inversa con la medida de su distancia respecto del Sagrario. Es decir, a más distancia menos grandeza, a menos distancia, más grandeza.
Por eso los santos, que son los hombres en todo grandes de verdad, llegan a serlo cuanto acortan tanto su distancia al Sagrario que se convierten ellos mismos en Sagrarios con dos pies, en los que va muy a gusto el Jesús de su Comunión. ¿Receta para ser grande?
Hacerse Sagrario.

Lo que da un Sagrario

¡Cinco minutos de Sagrario! Todavía no se ha inventado el contador que mida todo lo bueno que sale de un Sagrario durante una visita de cinco minutos. Ya nos lo contarán los Ángeles de la Guarda el día de la cuenta.

¡Si lo miraran a Él!

Si se pudieran reunir en un cauce todas las lágrimas que se derramen y se han derramado en toda la tierra, seguramente formarían un río caudaloso. ¡Un río de amarguras! ¡Ah! ¡Si a través de esas lágrimas hubieran mirado al Sagrario los que las derramaban, ese río sería de delicias!
San Manuél González/ Florecillas del Sagrario/ Adaptación

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