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Adoradores: «Jesús en la Sagrada Eucaristía»

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Tú estás aquí, Señor, en la Sagrada Eucaristía,
a dos pasos de mí, dentro de ese tabernáculo.

Tu cuerpo, tu alma, tu humanidad, tu divinidad, todo tu ser está ahí presente con sus dos naturalezas. Dios mío, qué cerca estás de mí, Jesús, Salvador mío, hermano, esposo y bien amado de mi alma. No estabas más cerca de la Virgen Santísima, durante los nueve meses que te llevó en su vientre, de lo que lo estás de mí cuando te recibo en la comunión. No estabas más cerca de la Virgen Santísima y de san José en el pesebre o en la casa de Nazaret o durante la huida a Egipto y en todos los instantes de aquella vida de familia, de lo que estás ahora de mí, y de lo que lo estuviste tantas otras veces dentro de este sagrario. Santa Magdalena, sentada a tus pies en Betania, no estaba más cerca de ti que yo, ahora, al pie de este altar. Y tú no estabas más cerca de tus Apóstoles, cuando te sentabas en medio de ellos, de lo que lo estás ahora de mí, Dios mío. Cuánta felicidad la mía. Estar a solas contigo en mi celda y conversar contigo en el silencio de la noche, es muy grato, Señor, porque en mi celda estás presente según tu divinidad y también según tu gracia; pero quedarme en ella cuando podría estar delante del Santísimo Sacramento, es obrar como si santa Magdalena, sabiéndote en Betania, se hubiera quedado a solas en su casa, dedicada a pensar en ti. Besar los lugares que tú santificaste en tu vida mortal, como las piedras de Getsemaní y las del monte Calvario, y el suelo del camino doloroso, y las aguas del mar de Galilea, puede ser acto de piedad, y muy dulce; pero no debe preferirse a tu tabernáculo, porque sería abandonar a Jesús vivo, dejarlo sólo cuando puedo estar en su presencia, para ir a venerar unas piedras muertas, en las cuales no está; sería dejar su habitación y su divina compañía para ir a besar el suelo de un aposento que alguna vez ocupó, pero que ya no habita. Dejar el tabernáculo para ir a venerar estatuas, es dejar la compañía de Jesús vivo para ir a otro lugar a reverenciar su retrato. ¿Qué tiempo estima mejor empleado aquel que ama, sino el tiempo que pasa junto al objeto de su amor? A menos que la voluntad o el bien del amado no requieran su alejamiento. Allí donde esté la sagrada hostia, allí está Dios vivo, allí está tu Salvador con la misma realidad conque vivió y habló en Galilea y en Judea, con la misma realidad con que está ahora en el Cielo. No pierdas nunca por culpa tuya una sola comunión: una comunión es más que la vida, más que todos los bienes del mundo, más que todo el universo, es Dios mismo, soy Yo, Jesús. ¿Hay algo que pueda preferirse a mi persona? Por muy poco que me ames, ¿te atreverías a perder voluntariamente la gracia que te ofrezco de entrar así en tu interior?. Ámame con toda la amplitud de tu corazón y con toda sencillez. (Escritos Espirituales de Charles de Foucault)

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