El arma de un doctor de la
Iglesia contra el maligno
Confesarse y recibir la Eucaristía regularmente.
En el siglo XI vivió un santo monje conocido como Pedro Damián, que dejó el mundo para convertirse en ermitaño. Sin embargo, no podía soportar ver cómo el mundo se derrumbaba a su alrededor, por lo que abandonó su ermita para ayudar a reformar la Iglesia.
Pedro Damián reconoció la presencia del mal e hizo lo que pudo para evitar su influencia en algunos sacerdotes.
Un arma poderosa
Al escribir a un sobrino, Pedro Damián le reveló lo que él veía como un arma poderosa contra el diablo.
“Si puedo hablar de forma figurativa, expulsa a las bestias rugientes de tu dominio; no dejes de protegerte a ti mismo diariamente recibiendo la carne y la sangre del Señor. Deja que tu enemigo secreto vea tus labios enrojecidos con la Sangre de Cristo. Se estremecerá, se encogerá hacia atrás y huirá a su oscuro y húmedo retiro”.
Se refiere a la digna recepción de la Comunión en la misa, un arma potente que aplasta la cabeza de la serpiente en todo momento.
Los exorcistas están de acuerdo en que la recepción frecuente de la Comunión es una forma vital de evitar que el demonio trabaje en tu corazón.
Si necesitas erradicar el pecado y la presencia del diablo en tu vida, confiésate y recibe la Eucaristía regularmente. El diablo no tendrá más remedio que regresar a su “retiro oscuro y húmedo”.
Breve biografía
Monje benedictino camaldulense. Pedro Damián, siendo abad fue elegido obispo y cardenal de Ostia.
También fue compañero y colaborador del monje Hildebrando, el futuro papa Gregorio VII. De padres muy humildes, Pedro había nacido en Rávena, Italia, y murió en Faenza en el año 1072.
Testigo directo de un milagro eucarístico
Es el mismo san Pedro Damián, quien describe este milagro, del que fue testigo directo. En el año 1050, una mujer joven, incitada por una hechicera, logró robar una Hostia consagrada con el fin de cometer un sacrilegio. La mujer escondió la Hostia en un pañuelo y se dirigió inmediatamente hacia la salida de la iglesia, pero el sacerdote se dio cuenta de inmediato y le exigió que le dé la Hostia de vuelta. La mujer entonces abrió el pañuelo y se dio cuenta de que la Hostia se había transformado de tal manera que la mitad se había convertido en Carne sangrante, mientras que la otra mitad se mantenía igual.
Dios quiso que por medio de un testimonio tan evidente, fuera vencida la incredulidad y la herejía de aquellos que rechazaban la fe en la Presencia Real en el Misterio Eucarístico. En una mitad del pan consagrado se había hecho visible el Cuerpo del Señor, dejando la otra mitad en su forma natural para así evidenciar mejor la realidad de la transubstanciación sacramental que se realiza en la consagración.
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Jesús, en Vos confío